Cómo conocí a mi gringuito lindo - Segunda Parte

Author: Barbara / Labels:

Después de nuestro viaje a Llanganuco, las labores en la oficina reiniciaron. Las cosas estuvieron como siempre, el Sr. Rosner me trataba con el mismo respeto de siempre. Simplemente todo regresó a la normalidad.


Llegaron mis cuatro días libres. Esta vez, decidí quedarme en Huaraz para explorar más lugares. Me habían hablado de unas cuevas que tenían dibujos pictóricos y no me lo quería perder. El día uno, me fui a Yungay. Me encantaba caminar por los cementerios de pueblos, porque me parecían muy pintorescos, la verdad es que todavía me lo parecen. Paseando en Yungay, conocí a un muchacho y nos pusimos a conversar. Mientras conversábamos, él sacaba de las pencas de cactus tunas, una de mis frutas favoritas, las cortaba y me las daba, yo lógicamente las comía con mucho deleite. Minutos más tarde comenzó a llover, parecía que estaba en otro mundo, cuánta agua, una maravilla para mí.


Cuando comenzó a oscurecer y, lógicamente yo empapada, regresé a mi hospedaje. Mi hospedaje quedaba en la ciudad de Paltay, era un antiguo resort llamado "La Chacra"que la minera había alquilado y reparado en su totalidad, los dormitorios eran bungalows. Un bungalow tenía dos dormitorios con baños completamente independientes. Las ventanas daban al campo y se escuchaba por las noches el pasar de las aguas del río. Por las noches se sentía un delicioso olor a leña y pan. Memorias muy lindas que no me olvidaré...


En el día dos, el Sr. Roner nos invitó a almorzar a Consuelo y a mí a un restaurante turistico en la ciudad. Yo, como buena limeña y con poco juicio, pedí un cebiche de mariscos (imagínense). Después del almuerzo, el Sr. Rosner regresó a sus labores al igual que Consuelo. Yo tomé una combi y me fui a un pueblito a 45 minutos de La Chacra. Pasé un dia bonito, caminando por las calles de piedra y polvo, por los mercados, la plaza de armas y comí algunas golosinas de la región. Por la noche, cuando llegó la hora de la cena, me uní a la mesa del Sr. Rosner y comimos juntos. Le contaba cómo planeaba pasar el día tres, visitando las cuevas y cómo me iba a preparar para la caminata. Él me miraba y me decía que era muy intrépida y que tenga mucho cuidado. Terminada la cena, me retiré a descansar porque me quería levantar muy temprano para comenzar mi travesía.


Tuve un despertar muy desagradable. Todo el cuerpo me dolía, tenía náuseas, una fiebre terrible y lo peor de todo, ¡no podía levantarme de la cama! mi cuerpo pesaba tanto que apenas podía moverme para poder vomitar en el suelo. Afortunadamente, Chuqui, el chico de la limpieza, que yo estimaba mucho, tocó la puerta para hacer la limpieza del dormitorio. Con las rejustas le pude decir que estaba mal y que necesitaba ayuda. Él abrió la puerta del dormitorio con su llave maestra y cuando me vió, me ayudó a sentarme e inmediamente llamó a Adriana, la administradora del resort. Adriana llamó al Sr. Rosner, quien inmediatamente llamó a una ambulancia para que me lleven al hospital.


Ya en el hospital me diagnosticaron con una fuerte neumonía y una grave infección estomacal. Me pusieron suero, me inyectaron con un montón de cosas, grité a la enfermera por inútil, y cuando ya me estaban poniendo en una cama para internarme, llegó el Sr. Rosner. Cuando llegó el Sr. Rosner, me sentí muy bien, tenía miedo, pero ya no tanto, fue un alivio verlo. Después de conversar con el doctor el Sr. Rosner se sentó al lado izquiero de la cama, me tomó de la mano, me miró fijamente a los ojos y con lágrimas en los ojos (aunque él todavía lo niega), me dijo: "no te mueras, yo te amo". Yo, pretendí que no escuché nada. por un momento pensé que era un delirio, que las medicinas me hacían alusinar y que en verdad me iba a morir. Luego, el sueño me ganó y me quedé dormida. Horas después cuando me desperté, allí estaba el Sr. Rosner, y me dijo que no quería irse sin despedirse de mí. Yo le dije: "muchas gracias", me tocó la frente y se fue. ´


La historia de cómo me botaron del hospital, lo voy a dejar para después, porque es un poquito larga y no quisiera interrumpir este relato.


La cosa es que cuando salí del hospital, estaba en pijama, no tenía zapatos ni una miserable moneda para hacer una llamada. Mientras trataba de cruzar la pista en busca de un teléfono, llegó el Sr. Rosner. Me recogió de la calle y me llevó en el auto hacia el resort. En el auto, él iba furioso de cómo me echaron del hospital y que iba a gritarle a los médicos y presentar una queja con Misquichilca, la minera. Después de eso, hubo un largo silencio. Yo rompí el silencio para conversar con él sobre lo que me dijo en el hospital.


Empecé diciéndole que para mí el era una persona admirable, un mentor, un ejemplo, un buen amigo y que yo lo estimaba mucho; pero que recientemente había terminado una relación de mucho tiempo, que estaba muy herida y que por el momento no quería entablar ninguna relación amorosa con nadie, que necesitaba tiempo y espacio sola. Él me miró y me dijo que no me preocupe, que haga de cuenta que nada había pasado y que lo disculpe si yo sentía que él me había faltado el respeto. Al final del viaje, todo estaba "normal" y me acompañó a mi dormitorio y me dejó descansar.


Lógicamente, yo estuve pensando casi toda la noche en lo sucedido. Mis pensamientos iban desde: "pucha, ahora la fregada, me va a seguir acosando en el trabajo, voy a tener que renunciar"a "perdí un amigo, que cólera", y muchas cosas más. Sentía rabia y remordimiento. Me preguntaba una y otra vez ¿por qué a mí?...


En fin, ya recuperada al 100%, fui a trabajar. Yo con mucho miedo, porque no sabía qué esperar del Sr. Rosner. Yo pensaba: " y si ¿me quiere tocar la mano?, ¿si está molesto conmigo?, ¿si ya no quiere que trabaje con él? ¿qué voy a hacer?


Grata fue mi sorpresa cuando llegué a la oficina y me trató con el mismo respeto de siempre. Durante todo el día se comportó como un caballero y muy profesional. Ese día estuve muy contenta y trabajé con más ganas.


Al final del día, todos regresamos a la ciudad y como siempre, cenamos en el comedor y cada uno se retiró a descansar.


Pasaron los días, y el Sr. Rosner no cambiaba. Me di cuenta que él valía mucho como persona y mis sentimientos hacia él empezaron a cambiar. Sentía que lo estimaba más y que era mi mejor amigo. Le contaba mis cosas, mis locuras, mis sueños, ambiciones. Él siempre atento a escuchar cada palabra que le decía.


Todos los viernes el jefe del proyecto nos invitaba a la pizzeria "Bruno's", en donde se preparaban las mejores pizzas de Huaraz. Como John era el que llevaba la caja chica, siempre se quedaba al final para pagar la cuenta. Ese día en particular, los más jóvenes decidieron irse a bailar, yo me quedé porque tenía que levantarme temprano para ir a trabajar, así que me me dejaron con John para que me lleve a La Chacra.


Regresando a La Chacra, estuvimos conversando de lo mejor, que si fulanito era un guachafo, que si el otro era flojo, etc. Lo cierto es que me reí como hacía mucho tiempo no lo hacía. De pronto, dentro de mí sentí nuevamente libertad, felicidad, mi autoestima creció y todo gracias al Sr. Rosner. Esa noche, le pedí al Sr. Rosner que me acompañe a mi dormitorio porque Chiqui me había dicho que habían unos pericotes sueltos, y yo les tengo pánico. Él me acompañó y me puse a cantar una canción de niños (tengo una muñeca con vestido azul), una vez que llegamos a la puerta de mi dormitorio, le di las gracias y él me dijo: "de nada, buenas noches"... mientras se iba, no me controlé, fui detrás de él y lo besé en los labios. Fue el beso más largo y más bonito del mundo. Él me miró a los ojos con mucha alegría y me volvió a besar.


Ese día comenzó un gran amor, que con los años ha ido madurando y que ahora es el más bello del mundo. Yo adoro a mi gringuito lindo con toda mi alma porque es un buen esposo, amigo y papá. Siempre le agradezco a Dios por habermelo enviado, y siempre digo: "he debido hacer algo muy bueno en mi vida para haber recibido una recompensa tan valiosa y que yo cuido con mucho celo y tesón".


Y esa es la historia de cómo llegó el Sr. John Rosner a mi vida que la cambió por completo para bien. Gracias gringuito lindo por la felicidad que me das todos los días, por mis hijos y por mi hogar. Te amo.

¡Qué ocurrencia!

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Resulta que en el mes de junio mi gringuito decidió regalarme por nuestro aniversario un auto nuevo. El anterior auto, una mini van Caravan celeste platinada, la verdad que no me gustaba, muy cómoda pero me sentía como una chofer de combi, ¡horrible, oye!




Pero en fin, después de encontrar el auto a buen precio y con las comodidades que buscaba, me decidí por un Honda Pilot, de color vino tinto.

Yo muy feliz con mi auto nuevo, decidí ir de compras al centro comercial. Los bebes necesitaban estar preparados para el otoño y bueno, que buena oportunidad para pasear en el auto nuevo.


Después de unas cuantas horas, regresé al auto muy satisfecha con mis compras. Llegué a la playa de estacionamiento y empecé a buscar mi auto. Caminé una fila, luego otra, otra y otra y no encontré el auto. Regresé al centro comercial y volví a salir por otra puerta. Nuevamente busque el auto y nada, no lo encontraba. Me asusté. Dije: "¡Por la recontra, me fregué!". Desesperada nuevamente empecé a recorrer todo el estacionamiento, con mis bolsas en mano y con mis zapatos tremendamente incómodos, pero nada.

Ya casi por llorar, me debatía si llamar primero a mi gringo para contarle la mala noticia o a la policía para reportar el robo del auto. Me senté en la vereda, mirando mis bolsas y mirando hacia el estacionamiento.

Y de repente: ¡Zas!, mi última opción: apretar el botón de alarma del control remoto del auto!!!

Regresé al estacionamiento, caminando rápido, con mis bolsas pesadas, sudando (porque junio en los estates es verano), rogando que mi auto estuviera allí. Mientras apretaba el botón de alarma, escuché un auto... "ahí está", me dije, pero al mirar la fila de autos no lo vi. Pensé que otra persona también estaba buscando su auto. Nuevamente apreté el botón de alarma del control remoto y otra vez sonó un auto, me acerqué poco a poco; empecé a mirar por las ventanas de los autos mientras caminaba despacio..., y nada.
Decepcionada, me detuve junto al auto que tenía la alarma prendida, miré por dentro y ¡oh, maravilla! mis cosas estaban dentro del auto y me dije ¡¡¡¿qué?!!!!

Resulta que estaba buscando mi Caravan celeste, me había olvidado que estaba en auto nuevo, y casi llamo a la policía para denunciar mi Caravan como robada, jajajajajaja.

No cabe duda, mientras más pasan los años, más cocha me pongo, ¡plop!

¡Saludos!

Mi Papapapa

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Hoy estuve pensando en mi papapapa, en mi mente miraba su imagen con su sonrisa. Recordé que cuando falleció escribí unas líneas en mi Hi5, así que aquí las pongo. Espero que les guste.


"Hoy falleció mi abuelito de toda la vida, su voz y su risa todavía los llevo en mi mente. De un sopetón recordé todos los buenos momentos con mi choclito.


Cuando era niña me llevaba a la tienda de Don Manuel (el japonesito) y me compraba chocolates del Tío Johnny. Jugábamos casinos y me enseñó a hacer trampa.


Me atendía como a una reina cuando iba a su casa. Cuando mamamama preparaba su delicioso budín, él cortaba una pieza grande sólo para mí. Me llevaba de la mano a la casa de mi mamá y me enseñó a cruzar la Av. San Felipe.


Lo hice renegar, lo hice reír y le di todo mi cariño cuando estaba con él.


Con el pasar de los años sus pisadas se hicieron más pesadas y su cabellito se puso más blanquito y finito.


Me encantaban sus historias mis favoritas eran la de cuando él era marinero y las de su pueblo.


Recuerdo que en uno de los almuerzos navideños que mi papá realizó en el reataurante "Pizelli", famoso por los años 70-80, el abuelito bebió tanto que se mareó y cuando llegamos a la casa de la mamamama se puso a bailar un tema de Fiebre de Sábado por la Noche de los Bee Gees, que estaba muy de moda, y al tratar de hacer una pirueta, se cayó al suelo, se levantó y siguió bailando.


Tengo muchas que decir de mi papapapa, pero dentro de todo le agradezco el haberme cuidado, querido, engreído, mimado y perdonado.


Te quiero mucho papapapa, siempre estarás en mi mente y mi corazón."


Cómo conocí a mi gringuito lindo

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Preámbulo
Muchas personas me preguntan que cómo conocí a mi gringuito lindo, que cómo pasó y todas esas cosas. Hoy se las voy a contar, pero como es una historia muy larga y no quiero aburrirlos, la voy a contar en dos partes. La primera parte será la parte laboral y la segunda el romance...

El Primer Día
Después de haber aceptado trabajar para la empresa Kilborn, una constructora canadiense que había firmado un contrato para Barrick-Misquichilca, llegué al hermoso pueblo de Huaraz.

Llegué de mañana junto a Consuelo, mi compañera de trabajo para el resto del año. Al llegar mi turno de bajar de Cruz del Sur, un señor de bogotes blancos y anteojos de carey marrones horribles, llevando una camisa de cuadros azules y rojos y con un cirgarro en la boca, nos recibió. Se presentó como John Rosner y junto a él, su compañero Richard McCarthy. Yo estaba muerta de miedo porque era la primera vez que trabajaba con gringos y quería hacer un trabajo A1 para merecer quedarme a trabajar para la minera. El Sr. Rosner y el Sr. McCarthy nos llevaron a nuestro alojamiento temporal "El Tumi", un hotel cerca a la plaza de armas de la ciudad. El Sr. Rosner nos dió 30 minutos para dejar nuestras cosas y llevarnos a la oficina, que aún quedaba en la ciudad. Yo estuve lista en 25, pero Consuelo en 35. Al Sr. Rosner no le gustó que nos demoremos 5 minutos. Sólo nos miró y nos dijo: "muy tarde".

Llegamos a las oficinas, el Sr. Rosner nos indicó en dónde quedaba nuestra oficina, nos enseñó cómo contestar el teléfono y las demás cosas. Lo chistoso es que él quería que digamos en el teléfono: "Kilborn, contesta Bárbara"... cosa que nunca hice, y que lo irritaba mucho, jajajajaja.

Demás está decir que los gringos llegan a Perú con la idea que somos gente ignorante, torpe, floja y sucia; y por ende nos trataban así, como ignorantes y torpes. El Sr. Rosner muy desconfiado en todo, tenía todo bajo llave y siempre nos miraba con el rabo del ojo, cuidando cada movimiento que dábamos. Yo con mi falta de experiencia y con una compañera poco colaboradora, decidí hacer del Sr. Rosner mi modelo de trabajo. Mientras más lo observaba, más lo admiraba. Él cuidaba todos los detalles, todo en orden, correcto y muy organizado. Lo elejí como maestro de gramática (sin él saber), cuando me di cuenta que los signos de puntuación eran diferentes en inglés. Cada vez que tenía una pregunta relacionada al trabajo, le tocaba la puerta y hacía sonar mi garganta para que supiera que estaba allí. Muchas veces me ayudaba, otras veces me tiraba la puerta en la cara y gritaba "no me molesten", uffffff, no saben, era horrible!!!!

Un día lo vi comiendo unos dulces. Le pedí que me invite uno, porque ustedes saben que yo no resisto ver dulces y no probarlos, además estos eran "gringos" y nunca los había visto. Él me dijo que sólo tome uno, eso hice. Pero vi otros de otrs colores y le pregunté si todos tenían el mismo sabor, para su mala suerte, me dijo que no. Así que le pedí uno de cada color, a regañadientes me dijo que sí, yo me hice la loca y tomé uno de cada uno. Eran deliciosos. Después me dijo que era como una niña y yo le dije que él me regañaba como un papá y se sonrió. Le conté a Consuelo que el Sr. Rosner había compartido sus caramelitos conmigo y que quizás no era tan malo como pensábamos, hasta le comenté que le dije al Sr. Rosner que era como un papá. Esa misma tarde, lo escuché riéndose como nunca y me llamó la atención porque nunca lo había escuchado reirse. Él estaba conversando con Consuelo, no se de qué, pero aprovechando el momento de buen humor, me metí en la conversación. Al final los tres terminamos riéndonos y nuevamente sacó unos caramelos y nos invitó, yo le dije: ¿ya no me va a regañar, verdad?, se rió y me dijo que no, yo le conteste gracias daddy (diminutivo de papá en inglés). Desde ese día le decía daddy para todo y con eso se rompió el hielo, seguía siendo renegón pero ya no tanto, además se convirtió en un mentor y ejemplo para mí. Mi trabajo mejoró en todo y él estaba muy complacido por ello.

En algún punto, dejé de confiar mis cosas a Consuelo, y empecé a confiarle mis cosas al Sr. Rosner. Yo lo veía como un padre y yo pienso que él me veía como una hija. INCREIBLE, jajajajaja.

Por su carácter, nadie quería ni pasaba al Sr. Rosner y eso me daba mucha penita. Nunca lo incluían en nada social, sólo laboral. En una oportunidad, todos los trabajadores de Kilborn se pusieron de acuerdo para hacer un tour hacia la Laguna de Llanganuco, pero no invitaron al Sr. Rosner. Yo lo invité. Nadie quiso ir en el mismo auto que el Sr. Rosner, yo fui.

Esa tarde, conocí a un Sr. Rosner diferente. Me di cuenta que era una persona compasiva, buena y que era normal como cada uno de nosotros y no de marte como muchos pensaban. Ese día lo admiré más y mi respeto hacia él, creció. Recuerdo que el Sr. Rosner tenía una caja llena de cassettes, y mientras íbamos a Llanganuco, puso uno, la canción "Centerfield", y yo empecé a cantarla y me sorprendió cuando él también la empezó a cantar, al segundo nos convertimos en un duo desafinado pero muy entretenido. Al terminar la canción nos reimos un buen rato. Luego puso otra y otra y otra y todas me gustaban... así que las cantaba y él escuchaba.

Terminado el paseo, regresamos a nuestro alojamiento, todos estaban esperando llenos de curiosidad por saber si el enojón del Sr. Rosner me había hecho la tarde miserable. Cuando les dije que no, no me creyeron, jajajajaja.

Y así continuaron los días de trabajo, con un Sr. Rosner más amistoso, pero eso sí, muy pegado a las reglas de la empresa. No porque nos diera más confianza nos dejaba pasar 2 minutos del almuerzo. Si eso sucedía nos llamaba la atención fuertemente a Consuelo y a mí.

Fin de la primera parte.

Una limeñita en Estados Unidos

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De mi llegada no recuerdo mucho, debí hacerle caso a mi ya difunta cuñada Hazel, quien me sugirió hacer un pequeño diario com mis memorias de recién bajadita (del avión).

Pero en fin, lamentarme no va a hacer que recuerde detalladamente las cosas, así que haré un relato a groso modo, si el término me lo permite.

Entre las pocas cosas que puedo rescatar de mis lagunas mentales, recuerdo que llegué en octubre del 98. Aquí en Estados Unidos, ya se sentía el otoño... un poquito de frío decía mi gringuito, pero para mí, ¡horrible, oye!

Mi gringuito me llevó a pasear a los cañones y glaciares tan hermosos que tiene Utah, nunca había visto una gama de colores tan hermosa, hecha en su perfección por la madre naturaleza. Árboles de todos los tamaños, olores y colores. Qué bello, mis ojos, querían llevarse consigo tanta belleza y poseerla por siempre, pero como no fue posible... sólo tomé una foto (¡qué frío!).

Después de unos cortos paseos por la ciudad, nos detuvimos a cenar. Por supuesto, mi gringuito me llevó a su lugar favorito de comida rápida llamado Arby's. Todos los establecimientos de comida rápida son iguales, la única diferencia es la cara del que te atiende y la etiqueta del catchup. En el Arby's ofrecían Roast Beef Sandwichs o comúnmente conocido en nuestro vocabulario metropolitano limeño como pan con jamonada gringo. La verdad que se veía riquísimo, además tenía mucha hambre, al tomar mi primer bocado, no sé que pasó, la comida se me quedó atorada en medio de la garganta... ¡qué asco! qué comida tan fea, así que para poder pasarla tome mi bebida una "root beer", una porquería gringa que tiene sabor a remedio, pero que para los locales, es como nuestra Inca Kola o Kola Inglesa, una delicia.

Yo, por supuesto, traté de disimular mi asco para no hacer sentir mal a mi gringo, pero cómo habrá sido mi descontento, que él se dió cuenta, me dijo que no era necesario que lo coma. Pero como a mí me educaron para dejar mi plato limpio, así sea horrible, lo terminé.

Días después nos fuimos a Elko, el pequeño pueblo en donde iríamos a vivir. La verdad que en el fondo pensé que se trataba de un pueblo gringo, osea, grande, bonito y con sus combis en cada esquina. Pero no fue así.

Después de tres largas horas de mirar desiertos y nada, llegamos a Elko. Yo pensé que mi gringo me estaba bromeando, ¡¡pero no!!, ese pueblo, en el medio de la nada, era Elko, mi nuevo hogar.

Traté de verlo por el lado positivo, al menos ya no tenía que preocuparme de que alguien me asalte en la esquina o que me quiten mis joyitas que traje.

Una vez instalados, traté de darle a mi nuevo hogar un toquecito mio... el depa me quedó bonito. Muy sencillo, pero bonito. Mi gringo salió temprano a trabajar, así que decidí prepararle unos frejolitos para el almuerzo. En ese entonces yo no sabía manejar y caminar no era el fin del mundo para mí, es más, a mí me gustaba caminar bastante. Así que me dirijí a la tienda de abarrotes. Huy era grandeeeee. Le pregunté a una de las que atendía, en un inglés tímido: ¿en dónde consigo frejoles?, ella muy amable me llevó al lugar y de repente, empezó su largo listado de frejoles en todos los colores y sabores, en latas grandes, chicas, medianas, con ají, sin ají, con carne, sin carne, etc. Mientras ella hablaba, me sentí tan, pero, tan chiquita que la dejé con la palabra en la boca y regrese al depa.

Lógico, que después del incidente, llamé a mi gringo a la oficina para recriminarle que haya traído a este país. Pero no le conté de los frejoles, me dió verguenza, jajajajajaja. Lo cierto es que esa noche mi gringuito lindo comió un delicioso arroz con huevo frito y un vasito de agua para bajarla.

Después les cuento más...

Introducción - Ahora en Español

Author: Barbara / Labels:

Sí, ya sé. Muchas personas me dijeron: "¿Por qué no tienes un blog en español?" y la verdad es que no se me ocurrió. ¿Será que me estoy "alienando"? como me dijera un gran amigo de la universidad algún día, por los años 80-90.

Y es que el uso del inglés en mi vida diaria se ha vuelto una prioridad: en la tienda, en la calle, en el colegio de los chicos, en la iglesia, en la tele, en el fono, en la internet y hasta en casa. Sin el inglés no sobrevivo en los Estados Unidos y esa es una triste realidad. Y digo triste porque extraño hablar español, mis jerguitas limeñas son de hace 11 años y hasta mucho más (qué palta, bacán, cheverengue, mostro, entre otras), la única oportunidad es cuando me cruzo por la calle con algún latino que no tiene vergüenza de hablar español. Porque aunque no lo crean, aquí en los estates, hay mucha gente latina que no quiere hablar español y que hacen el ridículo tratando de hablar un inglés muy mal masticado y lo peor de todo, usan unas choladas llamadas "espanglish" que no es ni inglés ni español. Una gran aberración diría Cervantes.

Pero bien, queriendo resarcir mi falta de hispanidad en mis blogs, aquí doy comienzo a éste.

¡Disfrutenlo!

Perú en mi Corazón


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