De mi llegada no recuerdo mucho, debí hacerle caso a mi ya difunta cuñada Hazel, quien me sugirió hacer un pequeño diario com mis memorias de recién bajadita (del avión).
Pero en fin, lamentarme no va a hacer que recuerde detalladamente las cosas, así que haré un relato a groso modo, si el término me lo permite.
Entre las pocas cosas que puedo rescatar de mis lagunas mentales, recuerdo que llegué en octubre del 98. Aquí en Estados Unidos, ya se sentía el otoño... un poquito de frío decía mi gringuito, pero para mí, ¡horrible, oye!
Mi gringuito me llevó a pasear a los cañones y glaciares tan hermosos que tiene Utah, nunca había visto una gama de colores tan hermosa, hecha en su perfección por la madre naturaleza. Árboles de todos los tamaños, olores y colores. Qué bello, mis ojos, querían llevarse consigo tanta belleza y poseerla por siempre, pero como no fue posible... sólo tomé una foto (¡qué frío!).
Después de unos cortos paseos por la ciudad, nos detuvimos a cenar. Por supuesto, mi gringuito me llevó a su lugar favorito de comida rápida llamado Arby's. Todos los establecimientos de comida rápida son iguales, la única diferencia es la cara del que te atiende y la etiqueta del catchup. En el Arby's ofrecían Roast Beef Sandwichs o comúnmente conocido en nuestro vocabulario metropolitano limeño como pan con jamonada gringo. La verdad que se veía riquísimo, además tenía mucha hambre, al tomar mi primer bocado, no sé que pasó, la comida se me quedó atorada en medio de la garganta... ¡qué asco! qué comida tan fea, así que para poder pasarla tome mi bebida una "root beer", una porquería gringa que tiene sabor a remedio, pero que para los locales, es como nuestra Inca Kola o Kola Inglesa, una delicia.
Yo, por supuesto, traté de disimular mi asco para no hacer sentir mal a mi gringo, pero cómo habrá sido mi descontento, que él se dió cuenta, me dijo que no era necesario que lo coma. Pero como a mí me educaron para dejar mi plato limpio, así sea horrible, lo terminé.
Días después nos fuimos a Elko, el pequeño pueblo en donde iríamos a vivir. La verdad que en el fondo pensé que se trataba de un pueblo gringo, osea, grande, bonito y con sus combis en cada esquina. Pero no fue así.
Después de tres largas horas de mirar desiertos y nada, llegamos a Elko. Yo pensé que mi gringo me estaba bromeando, ¡¡pero no!!, ese pueblo, en el medio de la nada, era Elko, mi nuevo hogar.
Traté de verlo por el lado positivo, al menos ya no tenía que preocuparme de que alguien me asalte en la esquina o que me quiten mis joyitas que traje.
Una vez instalados, traté de darle a mi nuevo hogar un toquecito mio... el depa me quedó bonito. Muy sencillo, pero bonito. Mi gringo salió temprano a trabajar, así que decidí prepararle unos frejolitos para el almuerzo. En ese entonces yo no sabía manejar y caminar no era el fin del mundo para mí, es más, a mí me gustaba caminar bastante. Así que me dirijí a la tienda de abarrotes. Huy era grandeeeee. Le pregunté a una de las que atendía, en un inglés tímido: ¿en dónde consigo frejoles?, ella muy amable me llevó al lugar y de repente, empezó su largo listado de frejoles en todos los colores y sabores, en latas grandes, chicas, medianas, con ají, sin ají, con carne, sin carne, etc. Mientras ella hablaba, me sentí tan, pero, tan chiquita que la dejé con la palabra en la boca y regrese al depa.
Lógico, que después del incidente, llamé a mi gringo a la oficina para recriminarle que haya traído a este país. Pero no le conté de los frejoles, me dió verguenza, jajajajajaja. Lo cierto es que esa noche mi gringuito lindo comió un delicioso arroz con huevo frito y un vasito de agua para bajarla.
Después les cuento más...
Una limeñita en Estados Unidos
Author: Barbara / Labels: limeña
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